martes, 21 de mayo de 2013

La vuelta

Me he ido a jugar una changa y a la vuelta he empezado a leer cosas en el facebook, cosas inquietantes. José María por aquí, ansar por allá, bueno, el caso es que me metí inmediatamente en el primer periódico digital que encontré y la noticia ahí, de primera, sin tener que buscarla: "Aznar no descarta volver a la política".

Ni siquiera soy capaz de hacer un análisis, en momentos en los que pensaba que no podía ocurrir nada peor, nada que nos hundiera más, aparece el hombre que antes llevaba bigote y ahora se lo deja crecer por dentro. Aznar, Josemari, ese...

El peor presidente de la historia de españa, el hombre que forjó con sus manos el cruel destino que nos acecha, quiere volver, una vez que ya ha llegado la gürtel a su puerta. Bueno, amenaza con la vuelta, con tomar las riendas y enseñar al mundo de lo que es capaz. Pero el mundo, bueno, el mundo no, mucha gente ya sabe de lo que es capaz. De hacer el ridículo en la mesa de los dignatarios extranjeros (estamous trabajándo en ellou), hacerse consejero de Rupert (Murdoch), tener como amigos a Blesa (recién enchironado), portavoz a Miguel Ángel Rodríguez (recién detenido por conducir borracho, "quien me dice a mí lo que puedo o no puedo beber), ministro de economía a Rato (inculpado en el caso caja madrid), vicepresidente a Rajoy (el segundo peor presidente de la historia de españa), ministro del interior a Mayor Oreja (que recoge firmas en contra del aborto), yo que sé, hay tanta mierda en su vida, tantísima mierda, que sólo postularse como salvapatrias me hace tener ganas de vomitar.

Desde aquí decirle que si se atreve lo estaré esperando en la calle y me temo que no voy a ser el único.

Pd.- Estos días estoy escribiendo (otra cosa) y no me apetece nada escribir en el blog. Pensaba dejar la próxima entrada para junio, cuando estuviera un poco más liberado, pero este ser ha hecho que me hierva la sangre y no me ha quedado otra que escribir.

viernes, 3 de mayo de 2013

Deformado

No era un día muy luminoso, no. La noche tampoco había sido muy oscura, por lo tanto no nos podíamos quejar, bueno, tampoco lo podriamos haber hecho de todas formas, por que ¿a quién protestas por la poca o mucha luz que tengan los días y las noches? A nadie.

La furgoneta autónoma había traído la compra que había realizado por internet (tampoco es que pudiera hacerla en persona, hacía años que ningún super pagaba a ninguna cajera, a ningún reponedor, ni siquiera a ningún repartidor). Había decidido tomarme un café a la orilla del mar, el segundo del día, tras despertar, desayunar uno con unas galletas y recoger la maldita compra, pero la cosa se ponía complicada, tampoco quedaban bares que fueran capaces de atender mis peticiones, un simple café con hielo, las máquinas no estaban programadas para ofrecer caprichos más allá del extra de ázucar.

Mi trabajo no me ocupaba muchas horas y pagaban razonablemente bien, era programador de esas máquinas, de café, de cocina ambulante, de condones, de medicamentos e incluso había programado una que servía combinados de ginebra. Tampoco es que fuera un trabajo muy importante, ya que apenas había gente que pudiera comprar lo que vendían las máquinas, ya casi nadie trabajaba y, lo que se dice comer, tampoco es que lo hicieran demasiado.

Yo no vivo mal, insisto. Tengo una casa con alarma, un coche que me lleva a los sitios y ninguna complicación. Pero a veces pienso que pasaría si una máquina fuera capaz de hacer lo que yo hago. ¿A qué me dedicaría, si sólo sé programar máquinas expendedoras? No sé hacer nada más, ni siquiera cocinar, tengo una máquina que lo hace por mí. Procuro no pensar en ello, mientras sigo buscando un café con hielo en un mundo seriamente deformado.