viernes, 25 de enero de 2013

Releyendo

He estado releyendo algunos de mis post del 2010. No es que hayan cambiado demasiado, ni los temas ni los protagonistas (algunos felizmente enchironados) pero me da que pensar precisamente eso, que nada haya cambiado demasiado, que la crisis continúe ahogando a los ciudadanos, de una forma parecida a como nos apretaba el pescuezo durante la larga marcha hacia ningún lado de ZP. No es que ahora nos vaya mejor, las cifras indican todo lo contrario, las cifras y las medidas de los populares, que no dejan de repetir el mantra de "las medidas ya darán frutos". Alguien debiera decirles que ya han dado frutos y que estos están podridos, oliendo a azufre. No es casualidad que con sus medidas (el aumento del IVA, la reforma laboral, etc.) el empleo se destruya de forma implacable hasta llegar a los números de esta semana, que aprovechan sin pudor para intentar tapar el escándalo Bárcenas y los sobresueldos dentro de la cúpula del PP.

Las cosas siguen igual, vamos de mal en peor y aquí cada uno preocupándose por su culo.

sábado, 19 de enero de 2013

La nota estaba sobre la mesa

La nota estaba sobre la mesa cuando llegué al despacho. Mari me dijo que la habían traído a primera hora de la mañana (imagino que al mismo tiempo que yo dejaba a Quique en el colegio). Dejé el abrigo y la americana en el colgador, sin prisa, y preparé el segundo café de la mañana, siguiendo mis costumbres habituales. A continuación me senté y me pusé a hojear los periódicos del día, no asustándome demasiado de mis declaraciones de la jornada anterior, quizás un poco elevadas de tono, poniendo el dedo en la llaga en las turbias operaciones urbanísticas de un compañero de la oposición. La polémica de la semana anterior se mantenía esta, así que no me quedaba otra que seguir echando leña al fuego.

Al final leí la nota: Pasa por mi despacho, tengo algo para tí.

La nota estaba sin firmar, tampoco es que hiciera falta. Sabía perfectamente quien la había escrito y suponía, de una forma bastante clara, que era ese algo que tenían para mí, pasaba todos los meses. Así que en cuanto me acabé el café salí del despacho y me acerqué a la quinta planta, al luminoso despacho de quien había escrito la nota. Me esperaba observando la ciudad, el día soleado y la capa de smoog que cubría los edificios más altos (creo que alguien debería cambiar los medidores de contaminación de sitio, quizás a algún parque). Se dió la vuelta y me sonrió. Yo también sonreí, pocas cosas te ponen más contento que el sobre que estaba sobre la mesa. Me lo tendió y dijo algo sobre una carretera. No habrá problemas, se discute esta semana, fue mi respuesta.

Pasaron los meses, a lo mejor fueron años, Quique está ya en primero de derecho, en Navarra y mi despacho ocupa ahora la misma posición, pero un par de pisos más arriba en el mismo edificio. Hoy vuelve a haber una nota encima de la mesa de mi despacho. Estoy convocado a una reunión a las doce, en la sala de juntas.

Cuando salgo de la reunión un enjambre de periodistas me espera con sus micrófonos, grabadoras y teléfonos móviles en sus manos, preparados para oir lo que tengo que decir.


"Nunca he recibido sobres de dinero negro, ni sé de nadie que los haya recibido en este partido"

No me tiembla la voz... ni un ápice.

viernes, 11 de enero de 2013

Mamá o una metáfora cogida con alfileres

Mamá es un personaje de la serie "Futurama". Es la dueña de un emporio que construye robots y mantiene una imagen pública de abuelita encantadora. Pero Mamá, esa dulce anciana encantadora, no es lo que parece, su imagen real (¿real o quiero decir otra cosa?) es la de la señora de las mallas azules. 
Dicen que el hábito no hace al monje pero a veces ayuda a confundirnos. Mamá se aprovecha de su imagen de persona íntegra para vender robots (fabricados en el corazón de américa, México) pero en el fondo es una vieja amargada que sólo vive para ganar ingentes cantidades de dinero. Nada que no nos resulte familiar. 

Hoy tras leer los periódicos me asaltó la duda de donde había visto a Mamá. Y lo encontré sentado en un trono con la aparencia campechana de un anciano que dice que "No volverá a pasar". Un viejecito simpático que se mantiene en una poltrona con unas cuentas no demasiado públicas. Aunque, ¿estamos seguros de que la imagen que proyecta en esos mensajes navideños, con esos chascarrillos en los actos oficiales, es la real (que no la regia)? Tras la foto obscena en la que se le ve con el elefante derrumbado a su espalda, ahora salen a la luz los correos en los que su alemana favorita (y no me refiero a la Merkel, sino a esa señora a la que los medios llaman su amiga, imagino que en la quinta acepción del término según la RAE) agradece la hospitalidad de los empleados de la trama de Urdangarín.

En estos momentos no dejo de imaginarme al rey con unas mallas azules y botas altas de tacón de aguja y, sinceramente, no creo que se aleje mucho de la realidad.