jueves, 27 de diciembre de 2007

El astronauta de las meninges.

Estoy volviendo otra vez. Aquí estamos otra vez. En cada nueva calada se despierta un miembro. Primero una pierna. A continuación, la otra. Mi entrepierna surge a medida que va cogiendo forma la cintura. Amanece la barriga y, zas, se sacude el pecho mientras florecen los brazos. Se va formando el cuello para que emerja mi vacía cabeza. Todo está donde tiene que estar, otra vez. Me deslizo desde mi oscura guarida para comenzar a pisotear, al azar, las curvas del cerebro, embotado y presa de mi poder. Me hago contigo fácilmente; dices cosas que no sabes de donde salen. Yo, tampoco lo sé.

Soy el astronauta de las meninges. Salto y piso con la poca gracia de Armstrong en su primer paseo lunar. De estos movimientos lentos e inseguros nace mi nombre. Cierro mis ojos, que se salen de sus órbitas, y planto el pie. Dices "drum and bass" e inmediatamente después la poca noción que tienes de ti intenta seguir la frase, sin conseguirlo. A cada nuevo paso, un nuevo intento por enlazarlo con el paso anterior. Estás perdido, muchacho. ¿No ves que es imposible pararme? Convéncete y déjate fluir, chico. Tengo el control, o eso creo.

Muy bien. Lo estás haciendo muy bien, chico. Otro más y la casualidad será, por fin, la dueña de todos tus actos. Allá voy, la zona occipital se acerca. La verborrea invade el ambiente enrarecido y puedo ver a tus amigos siguiéndote en tu lucha contra nadie, porque nadie es al que ves.

En otros tiempos me hubieran confundido con Mefistófeles, pero este es el nuevo milenio y yo soy un personaje de mi tiempo, que es el tuyo, ¿no estás de acuerdo?. Cualquiera diría que no te parece bien lo que haces con nuestro tiempo. No te confundas, el tiempo es de los dos en este momento. Me has despertado de mi letargo y no voy a compartir este lapso con nadie que no sea yo. No hagas caso de ese portazo, no recurras a la escapada alocada de mí, porque solo conseguirás un reality-shock. Un aumento de la tensión que no te conviene, chico. No me hagas ponerme paternalista. Que aquí el que controla, el que domina y el que entiende, soy yo. Tú solo te estresas y si no disfrutas, esto lo que es, es una mierda, como tu vida, una mierda que nadie se ha molestado en evitarte. Así que, anda, anímate y disfruta del nuevo y gigantesco canuto con el que tu compañero más ojeroso te obsequia. Fuma, haz pequeños aros de humo e intenta viciar aún más el ambiente cargado de este pequeño habitáculo. Me harás un astronauta feliz.





Ejemplo sacado del manual de "Malditos porreros s.a."

1 comentario:

Anónimo dijo...

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