viernes, 4 de noviembre de 2011

Grecia, la democracia y el miedo.

El miedo es una característica que poseemos un montón de animales (sí, aunque las religiones opinen lo contrario somos animales, como los gatos, las hormigas o las merluzas) que se define como una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Es una sensación que viene muy bien en un montón de situaciones, como cuando ves un león, te acojonas y sales corriendo (tus probabilidades de sobrevivir huyendo de un león corriendo son mínimas, pero hay quien se salva) o cuando ves un acantilado y no te asomas demasiado, por si caes. El miedo, por lo tanto, es útil para la supervivencia del ser humano.

La democracia viene a ser, etimológicamente, el gobierno del pueblo. Es el sistema por el que se rigen la mayoría de los países desarrollados. Consiste en votar para elegir representantes que cuidan de nuestros intereres siguiendo un determinado programa electoral. También se puede recurrir a la votación en temas controvertidos como la entrada en la otan, el divorcio o la legalización de la marihuana.

Grecia es un país mediterráneo, cuna de la civilización occidental, creador de la democracia, que en estos momentos se halla en una situación caótica por culpa de una serie de malas decisiones (como falsear las cuentas para entrar en el euro ayudados por goldman sachs y que, en 2002, el flamante nuevo director del bce, Mario Draghi, fuera nombrado vicepresidente por europa de este mismo banco, que continuó con estas prácticas, hasta la llegada del actual primer ministro griego).

¿Qué pasa si se mezclan las tres? Pues que la democracia en Grecia provoca miedo.

Vivimos en un permanente estado de crisis. Tenemos tanto miedo a lo que pueda pasar que tragamos con todo. A veces me pregunto (yo, que no creo demasiado en conspiraciones) a quien beneficia nuestro miedo. Ese miedo perenne a que todo se vaya al carajo, un miedo por el que se impide desde europa un referéndum en Grecia para que puedan decir no a un rescate que los está ahogando. Un miedo a pedir soluciones alternativas que nos está dejando a los pies de los caballos, que probablemente vendrán en forma de corralito.

El miedo puede ser útil, pero hay que saber gestionarlo.

2 comentarios:

Rato Raro dijo...

El miedo a la quiebra llevó Yorgos Papandreu a comprometerse a imponer a su pueblo unas condiciones leoninas a cambio de un mísero rescate que los condenará a la ruina.

El miedo a las revueltas populares y a la falta de apoyo político llevó Yorgos Papandreu a plantear un referéndum que le salvase su trasero. (¿Inspiración democrática?)

El miedo a Merkel, Sarkozy, su propio partido y a la ruina inevitable llevó a Yorgos Papandreu a retirar el referéndum.

¡Qué mal consejero es el miedo!

Un abrazo,

Rato Raro

PD: Brillante post querido amigo (y no lo digo por peloteo). Tus dos últimas entradas me han sorprendido gratamente.

Soyunmendrugo dijo...

Como digo en la última frase el miedo hay que aprender a gestionarlo y, como tú dices, no tenerlo como consejero, principal diría yo. En esta, nuestra comunidad, con grietas en los tejados y fugas en los radiadores hace falta contratar albañiles y fontaneros, no al vecino vándalo que ha destrozado las cañerías y agujereado el tejado. Pero como nos da miedo firmamos para que lo arregle él. Y así nos va a ir.