jueves, 9 de febrero de 2012

Todavía

Esta semana tenía ganas de hablar de corrupción, de una forma general. Pero acabo de leer que han condenado a Garzón a 11 años de inhabilitación por las escuchas entre los abogados y los acusados en la trama gürtel. 11 años al único juez que consiguió llevar a los tribunales a aquel asqueroso dictador fascista llamado Augusto Pinochet. No va a ser esta la última condena que se lleve el antiguo juez estrella, por que tiene pendientes dos condenas más (juicios pero las condenas son casi seguras) en las que la justicia española  va a sufrir uno de los mayores descréditos de la democracia.

Cuando en un país un tipo como Camps está en la calle, cuando en un país los asesinos fascistas de la dictadura (la mayoría muertos con "extraordinaria placidez" en sus camas, rodeados de sus familias, que pueden llevarles flores a una tumba que han elegido) siguen sin haber recibido una condena o, al menos, un rapapolvo, cuando en un país las víctimas de estos asesinos jalonan las cunetas, los fosos de cementerios y el fondo de los lagos, cuando todo esto pasa en un mismo país, que es el mío, se me cae la cara de vergüenza.

Dicen que remover el fango del pasado lo único que hace es ensuciar el agua que bebemos en el presente. No estoy de acuerdo. Las lecciones de la historia han de escribirse en renglones rectos, para que los que aún leen historia puedan formarse una opinión veraz de los sucesos, para que estos no se repitan en el futuro. Desde el  lado de los "vencedores" se sigue proclamando, de una forma no demasiado velada, lo importante que fue el golpe de estado del 36 para no caer en la anarquía, el gobierno comunista o sabe dios que cosas. No nos equivoquemos, lo que hacen es defender los privilegios que les brindaron los asesinatos, las muertes dignas en la guerra entre hermanos y las violaciones de los derechos humanos de aquella época. Por que en el fondo todos hemos oído las historias de falangistas llevándose por la noche a gente de sus casas, apaleándolos, asesinándolos, torturándolos por que tenían unas creencias diferentes a las suyas o para sacar un rédito de sus muertes, para crear un clima de miedo propicio para el desarrollo de una dictadura durante cuarenta años. Todo esto con el apoyo casi unánime de la iglesia, con la complicidad de los fascistas italianos y los nazis alemanes.

¿Y a quién sientan en el banquillo por intentar desenterrar los cadáveres de los campesinos, los maestros, los poetas, las feministas y los obreros? Al juez Garzón.

Este no es el país de la pandereta, no, es el país del tiro en la nuca. Todavía.