viernes, 27 de julio de 2012

Mascado

En la mayor parte de la tierra los perros son animales queridos por sus propietarios. Pero en otras son, simplemente, el plato para mañana. Pienso esto mientras veo otro de esos documentales sobre la comida en el mundo, sobre sabores que no podemos probar, por que la televisión sigue dejándonos con las ganas, sin poder oler, sin saborear esos platos con una pinta maravillosa. Aunque creo que no me apetece probar el perro, por mucho que el presentador alabe sus virtudes culinarias.

Me enciendo un cigarro mientras el dálmata le da al rabo con una pelota en la boca, buscando un juego que no quiero darle. Insiste mirándome con ojos de cordero degollado (un cordero si que me lo comería), pero yo me mantengo impasible dando caladas a un cigarro que se le va a hacer eterno (al perro y a mis pulmones). Finalmente deja la pelota sobre el sofá y, no sé si por joder, por llamar mi atención o solamente por que está loco, ladra.

Sin cigarro y con la pelota de de tenis en la mano. Así estoy sentado en el pasillo, con el perro mirando, atento a mis movimientos, concentrado en seguir mis juegos de manos como si la vida le fuera en ello. La pelota brinca en la madera del suelo mientras el chucho la persigue a saltos, haciendo ese ruído tan característico con su uñas sobre el parqué. Al fin llega, triunfante, con su trofeo entre sus babas, siendo masticado sin daño aparente. Por suerte nadie alaba las virtudas culinarias de las pelotas de tenis, ni siquiera mi perro.

1 comentario:

jaramos.g dijo...

Tenía entendido que los canes las mordían "a pelo", sin guisar.