lunes, 22 de noviembre de 2010

Fábula del patito

Érase una vez un pato, un joven pato con ilusiones de pato. Vamos, comer y follar, a un pato el resto se la suda un poco. El pato tenía suerte, había roto el cascarón de su huevo en una lagunilla maravillosa, con comida en abundancia. El primer problema estaba más o menos resuelto, sólo tenía que rebuscar un poco de aquí para allá y zamparse facilmente lo que encontraba. Al principio no tenía más problemas que solucionar, era relativamente feliz con sus comidas en crudo y su calentito nido. Pero, poco a poco, el pato comenzó a sentir la pulsión por acercarse al sexo.
Su charca no era muy grande y había otros patos, sí, pero más mayores y emparejados. Incluso había un par de parejas homosexuales y un ánade necrofílico. A él no le iba mucho el rollo de follarse a sus amigos muertos ni tampoco vivos. Así que decidió salir al mundo en busca de una pata que lo encontrara atractivo (o algo). Una mañana levantó el vuelo y se dirigió al sur (por la canción de Rafaella Carrá).

Voló un día y, al atardecer, descubrió un pequeño cauce fluvial (sí, era un riachuelo) en el que pensó comer algo y dormir ayudado por el rumor del agua y sus frotamientos regulares con el fino tronco de un sauce. Allí pasó la noche y la mañana siguiente siguió el vuelo (más tranquilo tras los regulares frotamientos).

Voló otro día y de noche vio una aglomeración de patos en los alrededores de una laguna de gran tamaño. Allí se dijo: ¡Maldita sea! Este es el lugar ideal para encontrar una pareja más o menos estable que me de unos buenos pollitos. ¡Qué ilusión! Esa noche hubo frotamientos con el recio troco de un aliso. Después durmió placidamente.

Al día siguiente decidió darse una vuelta por los alrededores. Forrajeo, observó y se dio cuenta de dos cosas: El número de patos necrofílicos era bastante mayor al de su charca natal y el agua tenía un extraño sabor metálico. Él lo relacionó con cosas que pasan, no le dió mucha importancia y aquella noche tuvo unos frotamientos con un carballo algo alejado de la orilla.


El nuevo día se anunció con un extraño sonido que no conocía. Nuestro pato, de natural desconfiado, despegó como un hidroavión. Ya en el aire descubrió el porqué del alto número de patos habituales de la necrofilia. Unos hombres con palos metálicos humeantes los cazaban, pero siempre se dejaban alguno perdido, que era aprovechado por algunos de aquellos necrófilos. En el aire tomó la decisión de seguir buscando.

Pd.- Este no es el final...

2 comentarios:

ofillodekurosawa dijo...

Esto... ¿Quieres decirnos algo, Mendrugo?. Yo lo que entiendo es que estás enrrollándote para explicarnos tu salida del armario necrofílico. O algo...

unsantoenlaciudad dijo...

¿carballo?
carballo = roble
Pd: Crítica constructiva


Pd: Je je me voy a poner a escribir haikus.